Susi, por José Saramago
 Si yo pudiera, cerraría todos los zoológicos del mundo. Si yo pudiera, 
prohibiría la utilización de animales en los espectáculos de circo. No 
debo ser el único que piensa así, pero me arriesgo a recibir la 
protesta, la indignación, la ira de la mayoría a los que les encanta ver
 animales detrás de verjas o en espacios donde apenas pueden moverse 
como les pide su naturaleza. 
Esto en lo que tiene que ver con los 
zoológicos. Más deprimentes que esos parques, son los  espectáculos de 
circo que consiguen la proeza de hacer ridículos los patéticos perros 
vestidos con faldas, las focas aplaudiendo con las aletas, los caballos 
empenachados, los macacos en bicicleta, los leones saltando arcos, las 
mulas entrenadas para perseguir figurantes vestidos de negro, los 
elefantes haciendo equilibrio sobre esferas de metal móviles.
 Que es 
divertido, a los niños les encanta, dicen los padres, quienes, para 
completa educación de sus vástagos, deberían llevarlos también a las 
sesiones de entrenamiento (¿o de tortura?) suportadas hasta la agonía 
por los pobres animales, víctimas inermes de la crueldad humana. Los 
padres también dicen que las visitas al zoológico son altamente 
instructivas. Tal vez lo hayan sido en el pasado, e incluso así lo dudo,
 pero  hoy, gracias a los innúmeros documentales sobre la vida animal 
que las televisiones pasan a todas horas, si es educación lo que se 
pretende, ahí está a la espera. 
Se
 podrá preguntar a propósito de qué viene esto, y responderé ya. En el 
zoológico de Barcelona hay una elefanta solitaria que se está muriendo  
de pena y de las enfermedades, principalmente infecciones intestinales, 
que más pronto o más tarde atacan a los animales privados de libertad.
 La pena que sufre, no es difícil imaginarlo, es consecuencia de la 
reciente muerte de  otra elefanta que con la Susi (este es el nombre que
 le pusieron a la triste abandonada) compartía en un más que reducido 
espacio.  El suelo que pisa es de cemento, lo peor para las sensibles 
patas de estos animales que tal vez tengan todavía en la memoria la 
blandura del suelo de las sabanas africanas.
 Sé que el mundo tiene 
problemas más graves que estar ahora preocupándonos con el bienestar de 
una elefanta, pero la buena reputación  de que goza Barcelona comporta 
obligaciones, y ésta, aunque pueda parecer una exageración mía, es una 
de ellas. Cuidar a Susi, darle un fin de vida más digno que verla 
acantonada en un espacio reducidísimo y teniendo que pisar ese suelo del
 infierno que para ella es el cemento.
 ¿A quién debo apelar? A la 
dirección del zoológico? ¿Al ayuntamiento? ¿A la Generalitat?Postdata: 
Dejo aquí una foto. Igual que en Barcelona hay grupos – gracias - que se
 apiadan de Susi, en Australia también un ser humano se ha compadecido 
de un marsupial, víctima de estos últimos incendios. La foto no puede 
ser más emocionante.
Postdata: Dejo aquí una foto. Igual que en Barcelona hay grupos – 
gracias - que se apiadan de Susi, en Australia también un ser humano se 
ha compadecido de un marsupial, víctima de estos últimos incendios. La 
foto no puede ser más emocionante. 
(Esta entrada fué posteada por 
José Saramago en su blog personal "el cuaderno de Saramago" el 19 de Febrero de 2009. ) 

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