En una de las clásicas audiencias del papa Benedicto XVI, durante diciembre, éste recibió a varios artistas de circo, que actuaron para él. En algunos momentos acarició varios cachorros de león provenientes de algunos circos europeos y americanos. Aunque el Papa solicitó a los empresarios dueños de los circos que se preocuparan de tratar “adecuadamente”, a los animales que participan en sus espectáculos, garantizando “su bienestar”, sabemos que esto es imposible, mientras viajen y vivan en las condiciones que cualquier circo les ofrece, sin olvidar, principalmente, el uso para el que son objeto, que representa una clara y evidente humillación de estos animales.
Por lo tanto, más allá del reconocimiento que Benedicto XVI realizó al
papel que vienen cumpliendo los artistas itinerantes por todo el mundo, cuestión
a la que nos sumamos, conllevó una defensa abierta al uso de animales en los
circos, que no podemos más que criticar. Por fortuna, amplios sectores que
profesan la religión cristiana, son abiertos activistas contra el uso de
animales en los circos, recordando las palabras de Jesús, San Francisco, o más
recientemente las del teólogo Albert Schweitzer, entre otros.
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